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Los ‘faraones’ de Shehata

La Selección griega que se proclamó campeona de Europa en 2004 expuso en un evento de primer nivel y prestigio una de las máximas del fútbol actual: No hace falta brillar ni ser el mejor, sino saber explotar con acierto las cualidades de tu colectivo para llegar a lo más alto. Aquello reflejó que el ‘otro’ fútbol, el que habla de defensas férreas, marcajes mecanizados y vital aprovechamiento de acciones a balón parado, tenía un sitio cada vez más relevante en el panorama actual.

Por suerte o desgracia, si hay algo con vigencia eterna en el deporte rey, es la revancha, aunque en este caso sea a nivel individual y sólo caracterizada en Egipto, la recientemente coronada como campeona africana. Y es que si los helenos dieron un nuevo aire con su victoria inesperada en Portugal 2004, la Egipto de esta edición en Ghana 2008 quería darse un homenaje particular. Su objetivo era mandar un mensaje de cohesión, de trabajo y de fútbol porque más allá de que la fuerza del bloque haya sido (como en el caso de los de Reeghagel), lo más destacado de los árabes, la principal diferencia es que, en este caso, si ganó el mejor.

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Ídolo faraónico

Hay días en los que uno levanta el sueño entre tristezas, en la sombra de haber perdido a uno de aquellos nombres que nos impulsan hacia la superación en cualquier ámbito diario. Uno de los iconos que, desde la infancia, despiertan el interés por algo más que la pelota sobre el césped, de los que te hacen disfrutar más allá del mundo futbolístico y pasar un rato agradable sentado (como en un estadio) sobre una butaca, aunque con las luces apagadas. Al igual que unos perdemos ese referente, hay quien gana cualquier otro en el momento menos esperado.

En las calles de El Cairo, entre los ruidos del mercado, los jóvenes egipcios se amontonaban desde la madrugada buscando una camiseta del que es, desde ayer, su particular ídolo, ése que ya no se les podrá quitar de la cabeza con sus faraónicas diabluras: Mohamed Zidan.

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Copa África: Análisis Grupo C

Continuamos con el análisis de la Copa África. Dos candidatos a todo frente a dos incógnitas absolutas. Agradecimientos a Dadán Narval (como siempre).

Camerún:

Con sólo dos Mundiales ausente desde 1982 (México 86 y Alemania 2006), los ‘Leones Indomables’ han sido los encargados de dar conocimiento del fútbol africano a cada rincón del planeta. Desde la década de los 80, donde ya dejaron buenas impresiones en el Mundial de 1982 (no perdieron ningún partido) y donde cosecharon sus éxitos continentales en 1986 y 88, Camerún se hizo un hueco que terminó de abrir con mayúsculas en el partido inaugural de Italia 90, cuando ganaron a la actual campeona del mundo, Argentina.

Desde entonces, su rendimiento fue una incógnita. Varias generaciones cumplieron los mismos objetivos anteriores o cercanos a ellos pero, en los últimos años, su caché ha descendido a la vez que otras potencias africanas ganaban en competitividad. Puede hablarse de cierto estancamiento, con lo que los hombres de Otto Pfister tienen una reválida personal en este campeonato ya que en las dos anteriores ediciones, no pasaron de cuartos.

Liderados por el incombustible Eto´o, de cuyo rendimiento depende exclusivamente la fuerza del combinado, hay ciertos nombres que recuerdan épocas pasadas y algún joven que asoma con fuerza. Geremy, Atouba o Emana , pero particularmente el gran secreto de esta selección radica en la presencia del mediocentro del Lille Jean Makoun.

Egipto:

Pese a ser la dominadora africana, ya que es la única penta-campeona, la irregularidad mostrada históricamente por los ‘Faraones’, es su principal problema. Así, pese a ser la primera selección del continente en llegar a una cita mundialista tras participar en Italia 1934, no volvió a repetir hasta 1990, también en Italia. Allí, la generación de los gemelos Hassan dejó una buena imagen pero jamás han vuelto a una fase final, por lo que su verdadero poder está en África.

Las dos primeras ediciones fueron suyas y no repitió hasta 1986, donde ya estaban algunos de los mundialistas de cuatro años más tarde. Ese parón de éxitos refleja la imprevisibilidad del fútbol egipcio hasta la fecha, algo que se volvió a repetir pues hasta 1998 no logró su cuarta corona. La última, en 2006 y siendo anfitriones, les ha vuelto a catapultar y aunque su historia indique que tras un buen torneo le siguen épocas negras, los de Hassan Shehata llegan con mucho caché.

El Al Ahly, siempre respetado en África, sigue siendo la cuna del combinado faraón, y su estrella, el enganche Abou-Treika, es de lo mejorcito que queda en el continente y sólo un gran contrato en su país evita verlo por nuestros estadios. Con la ausencia de Mido, el veterano Ahmed Hassan (segundo mejor jugador del año en Bélgica) y el lateral Fatty ganan en relevancia. Mi apuesta personal es el punta del Hamburgo, Mohamed Zidan.

Zambia:

Prácticamente inédito de cualquier campeonato de primer nivel, la verdadera historia de Zambia es negra, muy negra. Hace unos días ya analizamos la catástrofe que fue para el país y para su combinado nacional, aquél accidente que terminó con las bases del futuro de una de las selecciones más prometedores del continente. Ahora, intentando superarlo con más corazón que cabeza, los “Chipolopolo” son comparsas en su grupo.

Su primera participación fue en 1974 y cayó en la finalísima ante Zaire, en lo que es su mayor logro. A pesar de aquello, en 1982 y 1990, la selección que después terminaría aniquilada por un desastroso avión, logró dos terceros puestos meritorios. Tras un año de lágrimas, con pocos ‘mimbres’, llegaron a la final de 1994 pero desde allí todo fue en picado. Ahora llega con jugadores semi-desconocidos, mucha juventud y sin presión. Jacob Mulenga, Chansa y el recién llegado Clifford Mulenga, son sus mejores bazas.

Sudán:

En un país completamente inestable desde épocas ancestrales, donde las guerras civiles y los conflictos interiores jamás han dejado disfrutar a la población de ciertos principios de libertad, el fútbol, son poder ser el rebulsivo que sí fue en otros rincones africanos, ayudó lo suyo a eludir esas confrontaciones. Allí se organizó la primera Copa África en 1957 y después, en 1970, el deporte rey dio una de las pocas alegrías patrióticas al lograr inesperadamente un título como anfitriones.

Las interminables guerras entre musulmanes y cristianos tiene sitiado el país desde entonces y, curiosamente, las dos únicas participaciones desde aquel éxito, coinciden con épocas de paz. Ahora, que sin haber calma si existe tranquilidad político, vuelve a repetirse la clasificación. En lo estrictamente deportivo, estar en Ghana 2008 ya es un éxito y los dos ‘gigantes’ del país, Al-Hilal y Al-Merrikh, reúnen la mayoría de internacionales. Con tantos jugadores desconocidos, sólo el veterano Haitham Mustafa puede sacar la cabeza. Toda una incógnita.

 
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