JPP y sus ‘amiguetes’ de Biganos

El sudoeste de Francia, que ha guardado siempre mucha relación con España por encuadrar entre sus tierras al País Vasco francés, anda revolucionado estos días en su vertiente futbolística. Lo realmente curioso es que la culpa de ese protagonismo no se debe al segundo puesto liguero del Girondins de Blanc, tampoco a su eliminación copera a mano del St.Etienne y ni tan siquiera a la gran campaña que está realizando el Toulouse. Al fin de al cabo, ellos son los grandes en la zona. Las portadas de los periódicos nacionales y los análisis en los diarios locales de la preciosa Aquitania sólo hablan de un modesto al que la Navidad le ha traído un regalo muy particular.

La minúscula comuna girondina de Biganos es, por unos días, el epicentro del fútbol francés. Sus apenas 7000 habitantes, decidieron hace unos años crear un equipo de fútbol formado entre ‘amiguetes’, que entretuviera a los jóvenes del pueblo y pudiera reunirles en torno a una buena causa. No les fue mal, ya que tras algunos ascensos desde lo más bajo del fútbol galo, el pasado año fueron campeones del distrito, con lo que se ganaban un lugar en la Décima División francesa. Ahora, con la mente puesta en un ascenso, las amistades de su presidente y de su técnico, han logrado que a la pequeña Biganos se la conozca en cada rincón no sólo del país, sino de Europa, porque hasta allí se ha llevado al mismísimo Jean Pierre Papin.

El que fuera Balón de Oro en 1991, ha cedido ante sus impulsos por volver a vestirse de corto una década después de anunciar su retirada e incluso meses posteriores a haber salido mal parado de su última aventura como técnico con el Lens. 45 años no han sido excusa para frenar el ímpetu del auténtico ‘anéantir la zone’ (aniquilador de área), capaz de sumar cinco galardones de máximo goleador en la Ligue 1, colocarse la medalla de oro en Los Ángeles 1984 o jugar tres finales de Champions en apenas cuatro años (de las que gano una).

Triunfó en el Olympique de Marsella, buscó fortuna europea en el gran Milan de los 90 e incluso se dio el gustazo de completar el imponente Bayern del Beckenbauer técnico. No menos cierto es que su caché nació, creció y se apagó en el Velodrome, donde los 134 goles que sumó en apenas seis campañas, le llevaron a lo más alto y le crearon una imagen de crack mundial que nunca más volvió a reflejar en el césped. Tras dos campañas en el Burdeos, cerca de donde ahora se entrena, se retiró en 1998 en el modesto Guingamp.

Con un enorme anhelo por regresar a la vida futbolística, mató varios años como icono del fútbol galo. Fue comentarista, tiene su propio ‘guiñol’ en la televisión francesa e incluso fue elogiado con canciones de grupos nacionales que le veían como un auténtico personaje dentro de la sociedad de final de siglo.

Esa fama choca frontalmente, al menos en mi opinión, con su escasa trascendencia con la selección. Pertenece a una generación perdida que no reflejó la gloria que se esperaba y que dejó pasar su oportunidad, decepcionando una vez tras otra. Papin, Cantona, Ginola, Desailly…, no se clasificaron para Italia 90 ni USA 94, no defendieron título en la Eurocopa de 1988 y en sus dos únicas participaciones internacionales (Suecia 1992 e Inglaterra 1996), pasaron con más pena que gloria.

Cansado de tanto tiempo libre y entusiasmado con la idea de llevar su carácter al deporte que le ha dado todo, Papin se embarcó como técnico en el modestísimo Bassin d’Arcachon, un club amater de Aquitania, donde parece haber encontrado un filón para su trayectoria. Tras una primera experiencia, el Estrasburgo le dio la opción de profesionalizarse. En un año logró el ascenso a la Ligue 1, el objetivo de un club histórico que atravesaba un momento negro. Su caché en Francia subió como la espuma e incluso tuvo que rechazar una oferta espectacular para dirigir a la selección China. Días después canceló otra del Nantes para firmar, ya comenzada la campaña, con el Lens. Fue su peor decisión ya que el club venía de cesar al mítico Guy Roux por malos resultados. La tensión fue en aumento y JPP no pudo solventar un descenso histórico que mandó al equipo a la Ligue 2.

Ese catastrófico desenlace marcó sobremanera los pensamientos de Papin, que quedó traumatizado y dicen sus allegados que frenado en sus intenciones de volver a los banquillos. Quizás esas tensiones le recordaron que aún debe explotar la faceta que le llevó al éxito y a que es mejor disfrutar, entre amigos, de las gotas de calidad que aún queden en sus piernas. Este domingo debuta.

El portero del Biganos, hostelero, ya ha preparado una fiesta post-partido en su local, donde no faltará el bombero, el panadero ni el peluquero. Entre todos ellos se colará un Balón de Oro que, como ya dijo su presidente, representa “el mejor regalo de Navidad” que nadie podía otorgarles.



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