El renacer del ‘Virrey Liniers’

El antiguo virreinato de Río de la Plata fue uno de los principales focos de lucha entre las tropas inglesas y los ciudadanos bonaerenses que defendían sus fronteras con uñas y dientes a principios del siglo XIX. Las invasiones británicas terminaron con la paciencia de los vecinos de la gran capital argentina, que pidieron el cese de su jefe de filas y la coronación de un afamado militar salido de la guardia marina del ejército español: Santiago de Liniers y Bremond.

Pese a su arraigo español, era francés, pero su contrariedad a José Bonaparte lo obligó a buscar asilo y nuevas aventuras lejos de la península ibérica. Sus grandes dotes para la lucha le hicieron coger prestigio y cargos superiores en apenas una década y así, fue idolatrado hasta ser proclamado Virrey en Río de la Plata y jefe del apostadero naval de Buenos Aires. Tras morir con fidelidad a la corona española y defendiendo las calles de su barriada argentina en 1810, su apodo, ‘Virrey Liniers’, pasó a la historia del país pero también a la del deporte rey, donde hoy sigue estando presente gracias a su homónimo futbolero: Carlos Bianchi.

El las vías que defendió Santiago de Liniers nació 130 años más tarde el técnico más exitoso del fútbol argentino, siendo precisamente en el equipo del barrio porteño de Liniers donde debutó como jugador (Vélez Sarsfield). Ganó un campeonato como jugador, fue ocho veces máximo goleador (tres en Argentina y cinco en sus años en Francia) y es el ‘killer’ estrella en la historia del club de sus amores. Además, y esto no es tan conocido, según la FIFA es el máximo goleador de los campeonatos de Primera División en toda la historia, superando con 385 goles al mismísimo Alfredo Di Stefano.

Su éxito como entrenador opaca todos estos méritos porque desde el banco logró siete campeonatos argentinos, cuatro Libertadores y tres Intercontinentales. Un registro inalcanzable que no ha podido prolongar en sus intentos en Europa, donde ha decepcionado drásticamente en Roma y Atlético de Madrid. Su crédito en Argentina es inagotable, único, a la altura de los más grandes. Ha sonado siempre como seleccionador pero se negó una vez tras otra, así como a acceder a los banquillos más jugosos y rentables de Sudamérica (América, River Plate, San Lorenzo), aunque tras numerosos intentos, vuelve a Boca Juniors, a su gran Bombonera.

Sin embargo, no lo hará como entrenador, sino como director deportivo. Un cargo singular por su mínima utilidad en el fútbol argentino y que parece responder más a una vuelta inicial que conlleve el recambio del citado Ischia cuando las cosas no vayan demasiado bien. Con el ahora técnico, Bianchi ya coincidió en sus años de Vélez, aunque por entonces los cargos estaban cambiados. La negociación del nuevo presidente de Boca, Jorge Amor Ameal (tras la muerte de Pedro Pompilio) ha sido clave y busca colocar a un hombre ambicioso, ganador, al que todos respetan y con conocimientos de la entidad, en lo más alto de la pirámide bonaerense.

Pese a que se habla de posibles problemas en la relación Ischia-Bianchi (ya se rumorean división de opiniones en cuanto al nuevo portero que quieren para el equipo), los pesos pesados como Juan Román Riquelme, Martín Palermo, Sebastián Battaglia y Hugo Ibarra han dado el beneplácito a la llegada del Virrey.

Su vuelta responde a un sentimiento moral, lógico tras años de parón, tras un sabatismo quizás excesivo pero que le reportará beneficios a la altura de mejor de los cracks albicelestes. Bianchi cobrará 1,7 millones de dólares por campaña (frente a los 1,4 que cobró en su época como técnico), un premio mucho más dulce y atractivo que el que debió de padecer su antecesor, el Virrey Santiago de Liniers y Bremond.

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