A finales del siglo XIX, el puerto de El Callao, al oeste de Perú, se convirtió en algo más que la principal fuente de ingresos del país. Su ubicación perfecta, conurbada respecto a Lima, permitió el acceso de grandes buques y barcos de todo el mundo que extendieron, balón en mano, la práctica del fútbol. En su mayoría eran marineros ingleses que disfrutaban en sus noches libres de aquel divertimento que afloraba con facilidad y que pronto atraería a los incas de la zona. La capital no tardó en adueñarse de las nuevas costumbres y entre criollos y extranjeros, comenzaron las primeras competiciones homologadas.
Dicen que de allí germinó la ‘chalaca’ (chilena para otros) y que fue el primer paso hacia la oficialidad de la selección peruana, que entonces sólo contaba con jugadores de El Callao y Lima. Después llegarían algunos mundiales, juegos olímpicos e incluso dos Copas de América que adornan las vitrinas y recuerdan la valía de los Cubillas, Sotil, Villanueva o Cueto, entre otros. Una preciosa hagiografía con detalles gloriosos primero, espinosos después y bochornosos en estos días donde se consumó el peor de los desenlaces.
Una interminable reyerta entre dirigentes del Gobierno y la Federación de Fútbol, ha puesto una losa definitiva al fútbol peruano, que ha sido suspendido de todas las competiciones oficiales por expresa petición de la FIFA. Como en toda batalla entre ‘peces gordos’ con poder ilimitado tras años de oligarquía, las versiones distan dependiendo de a quién te convenga defender por intereses propios, por lo que una opinión aislada resulta más saludable y realista.
El origen del conflicto, más allá de llevar décadas en el segundo escalón del fútbol sudamericano, se encuentra en que el IPD (Instituto Peruano de Deportes) no reconoce la autoridad del presidente de la FPF, Manuel Burga, a quien el organismo estatal suspendió por cinco años, en 2006, empeorando después de su reelección en 2007 (con un ley irrisoria para seguir en el poder). Toda una acumulación de despropósitos que llevó al IPD a acusar al citado Burga de no haber adecuado los estatutos de la FPF a la Ley del Deporte. La FIFA decidió, tras muchos avisos sin ningún intento resolutivo, actuar en esas injerencias políticas.
Perú ya perdió por estos motivos la organización del Sudamericano Sub 20 de 2008 y ahora todos sus equipos y combinados nacionales quedan fuera de las competiciones en las que estaban inmersos. La prensa, poderosa en estos aspectos, está comprada por ambos contendientes y se lanzan llamaradas sin previsiones optimistas. Unos piden que el Instituto, con Woodman de líder, agache la cabeza mientras el resto desea que el presidente federativo deje su asiento tras numerosas salidas de tono. Dos rivales con influencias, contactos e igual de mediocres en palabras gritadas por todo el pueblo peruano.
La triste realidad del asunto es que se desmarca de la pura actualidad deportiva. Han perdido, como siempre, los hinchas, los que alimentan al resto y los que ahora tendrán que pedir una desafiliación improbable. La FIFA que en este caso ha actuado con coherencia, se volverá a reunir en unos días para intentar un nuevo acercamiento pero las previsiones son desalentadoras.
Quizás por ello, los ‘corrillos’ ven este castigo como la mejor de las opciones para empezar de cero. Lo consideran una solución práctica, un comienzo para la ‘limpieza’ y el principio de una reingeniería completa en la base del fútbol peruano. Toca remar y remar para llegar al puerto de El Callao y reinscribir la historia blanquirroja
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