Il tenore aphonic

Cuando vives el día a día de la Selección española, surgen todo tipo de detalles con asiduidad. Un gesto puede tener muchas lecturas (unas amarillistas y otras pacíficas), un partido se examina hasta el más mínimo apunte pero las sensaciones sobre lo que cada uno percibe en el ambiente, son personales y de posible naturaleza onírica. Dejarse llevar o no por los sentimientos, es como la fe, unos la siguen a conciencia y para otros no es más que una excusa eclesiástica. Pero quien escribe gritaba a los cuatro vientos que España iba a romper los malos presagios anteriores para escribir su propia página, la que silenciara a los azzurri.


Y es que la hinchada transalpina es, sobre todo, cantautora. Desde que salimos de Innsbruck (un viaje eterno en tren, por cierto), sólo se escuchaban una vez tras otras los cánticas italianos que anunciaban que la pelea de España no era sólo contra su propio destino, sino contra la actual campeona del mundo, algo que bien repetían sus aficionados: “Siamo campioni del mondoooo”…

Pocas horas después, no sólo el tono había desfallecido, sino que además, aquello había dejado de imponer. Al llegar, el temor se acrecentó, pero de vuelta, los fantasmas nos habían abandonado gracias a una magistral ejecución de un chico con rol secundario peor hambre de estrella, un Cesc Fábregas empujado por toda España. 24 años después, (antes de que el propio Gunner naciera), la ‘Roja’ se colaba entre los cuatro mejores.

Aquel fue el último sesgundo de un partido histórico donde los detalles fueron la clave per donde la suma de todos ellos no sirvió para definir un ganador. España fue superior en el global, dominó la posesión a pesar de que Aragonés había avisado que no quería la pelota. Le faltó mayor profundidad, más velocidad en la distribución y confirmar aquellas intenciones con ocasiones claras. Chiellini, con un gran partido, así como las salvadoras intervenciones de Buffon, mantuvieron la incógnita. Atrás, Toni siguió sin ver puerta (se marcha sin gol), pero es tal su corpulencia que Sergio Ramos a su lado parecería una marioneta a la que el azzurri domina a su antojo. Ayer el sevillano se sublevó y, de la mano de un estupendo Puyol, se lograron cerrar las vías que sólo generaba el nueve. Marchena evitó así mismo un gol.

Con esas cartas jugadas, Aragonés dio el primer paso y lo hizo con vocación ofensiva. Retiró a Iniesta y Xavi para dar galones a dos chicos que llaman fuerte, Cesc y Cazorla, ambos protagonistas hasta el final y con un carácter a la altura de muy pocos (ambos lanzaron magistralmente sus penaltis). Donadoni reaccionó al instante con Camoranesi pero no acertó con del Piero (algo tardío) ni con Di Natale, ambos eclipsados por el buen hacer defensivo de España.

Así, los sudores fueron los protagonistas en una noche épica, sofocante por el calor que desprendía Viena y los graderíos pero, sobre todo, porque por una vez, la sonrisa corrió de nuestro lado. Ahora, con optimismo y confianza plena, no se nos puede escapar porque lo más difícil ya se ha logrado, el canto italiano se perdió entre la noche. Il tenore quedó afónico.

4 comentarios:

"Ese petiso gordo" dijo...

¡Sí señor!

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Anónimo dijo...

Fue un partidazo digno de ver, España jugó como ella sabe, aún así no logró mucho, pero demostró lo que vale ante los penaltis.
Que envidia que tú lo estés viviendo! pásalo genial y mantennos informados.

piterino dijo...

Ha sido un partido histórico, clave si al final ganamos la Euro, pero clave también si no la ganamos ,al menos de cara al futuro.

Anónimo dijo...

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