Aquellas palabras en las que Gary Lineker admitió que Alemania es implacable, afirmando que "el futbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre gana Alemania", son una losa para todo aquél que se enfrenta al gigante teutón. Su eliminación en Italia 90 en los penaltis, fue el detonante para que uno de los grandes del fútbol inglés, dejara su sello, una frase que en la previa de una finalísima supone un bálsamo de optimismo en los de Joachim Löw.
Ahora, aunque muchos tildan a esta generación de ser un bloque de nivel medio con un jugador que destaca desde su capitanía, Michael Ballack (posible baja por lesión), nadie puede reprocharles que su juego haya recibido críticas pues, una vez más, están en la finalísima.
Alemania es, ante todo, un bloque muy compacto. La selección teutona ha logrado alcanzar de nuevo un éxito marcado por el trabajo de Low que, por otra parte, mantuvo la filosofía de su antecesor, un Jurgen Klinsmann al que todos adoraron tras el buen desempeño del pasado Mundial 2006. Sólo resta confirmar toda esta corriente de optimismo con un nuevo título que sería su cuarta corona y, por ello, son favoritos históricamente.
Alemania no se esconde, no engaña y mantiene una solidez en su estilo, que sólo está al alcance de los grandes. Y es que, guste a o no, los germanos tienen una filosofía conocida que destaca por su agresividad, potencia, fuerza y energía física. Esa mezcla, unida a la experiencia del bloque, a su poder como equipo grande y a un conjunto que siempre da la cara cuando se le exige, les suele bastar para contar éxitos con facilidad. Sabe explotar al máximo sus cualidades, las moldea en beneficio propio y obtiene el cometido perfecto que sus números le exigen. El fútbol directo, las llegadas de hombres de segunda línea, la potencia a balón parado y una defensa adelantada, son señas de identidad conocidas y repetidas históricamente.
Tachamos a los germanos de ser un colectivo falto de creatividad y no nos falta razón, pero sabe sacar provecho a sus mejores bazas y eso, al menos en mi opinión, es un valor añadido y mérito suficiente como para merecer estar entre los semifinalistas. No se trata de jugar mejor, sino de entender y leer tus cualidades para sacarlas a flote entre aquellos puntos negros que la filosofía teutona no puede solucionar.
La Mannschaft (equipo en alemán), son una selección ganadora por excelencia, pero el momento en el que llega esta final les hace tener muchas más precauciones de lo normal. Su potencial está en el juego aéreo, el contraataque, las diagonales y una lucha incansable con el fútbol directo como estandarte.
La portería está siendo muy criticada. Lehman ha sido inamovible y pese a su irregularidad y dudas, nadie ha alterado su posición. Será su último gran partido y el fin de una dinastía de porteros con mucho carácter y experiencia.
En defensa, los cuatro seguros de Low son más que distintos. Mertesacker y Metzelder son dos centrales, robustos, con potencial aéreo pero muy lentos, algo que además queda muy evidente cuando salen de su posición. Vienen jugando con la línea muy adelantada pero están sabiendo solventarlo. En los laterales, Lahm es la estrella pese a sus dubitativas actuaciones en el torneo. Es atrevido cuando se ve con espacios, pero inconsistente ante jugadores de calidad que les molesten. Fiedrich, que ha ganado la partida por ahora a jugadores de mayor nombre como Fritz o Westermann, es más torpe y parece que su físico es la base para que la titularidad haya sido suya.
En mitad de cancha es donde Alemania muestra un aspecto más combativo y agresivo. Ballack es la estrella, el llegador por excelencia, el motor de una maquinaria potente, impulsiva y muy testaruda en sus principios de fútbol a empujones. El capitán es el líder, lanzador de faltas y estimulador oficial de todo un país.
A su lado, Frings (recuperado para la final), es la cara opuesta, la dinamita, la destrucción y la capacidad de orgullo en todo un experto con muchas citas a sus espaldas. Los dos jugadores más extremistas en sus principios de juego son Hitzlsperger y Schweinsteiger. El primero se ha ganado la puerta al once por su sacrificio, trabajo y fuerza para lanzamientos desde media o larga distancia mientras ‘Basti’, eléctrico e irregular a partes iguales, es peligroso con sus diagonales cuando aparece pero, a su vez, es una auténtica bomba de relojería si su carácter aparece en escena.
Pese a haber empezado con tres delanteros, Low alteró sus planes en mitad del torneo y el gran perjudicado fue el hispano alemán, Mario Gómez. El punta del Stuttgart se cayó del once por la gran rentabilidad de alinear a Podolski por detrás de Klose. Curiosamente, los dos últimos, titulares, goleadores y de excelente rendimiento con la selección, se transforman vestidos de blanco porque en el bayern han tenido un año a la sombra de las estrellas muniquesas. En sus pies está el poder ofensivo de un equipo con las claves bien predefinidas.
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