No fue el gol de Cesc, ni el doblete de Theo Walcott ni tan siquiera la gran noche que se marcó el bielorruso Hleb, no. El detalle más espectacular de la noche lo dio el Slavia de Praga. Los checos fueron mareados, avasallados por los de Wenger y golpeados de manera tenaz una y otra vez ante los ojos de toda
Y es que ante el estupor vivido y soportado durante 90 fatídicos minutos, el Slavia, que pasa por ser el actual campeón checo (es decir, no es un equipo cualquiera al menos en su país), decidió que su corazón necesitaba un desahogo. El portero Martin Vaniak se sentía "abatido", el capitán Stanislav Vlcek se sentía "humillado" y los más de 5.000 aficionados que había viajado a la capital londinense tenían la misma desgracia comedida en el cuerpo, un espasmo en forma de goleada que iba a reflejar una comunión total entre vestuario y afición.
Los jugadores checos, admitiendo su bochornoso espectáculo, deseaban liberarse de la tensión, expresar su máximo dolor por lo acontecido y, desde luego, pedir perdón a quienes había pagado de su bolsillo para ver tan horroroso recuerdo. Por ello, ni cortos ni perezosos, toda la plantilla decidió, por propia voluntad, arrodillarse frente a la grada en la que estaban sus hinchas. Ese gesto, que duró exactamente 50 segundos, quita el aliento a cualquier buen seguidor y uno se da cuenta de que el fútbol, es mucho más que un deporte, ya lo dijo Bill Shankly.
Cuando los jugadores dieron un paso al frente, los graderíos checos que ocupaba el Emirates ya semivacío, saltaron y ovacionaron a sus ejemplares profesionales como si aquél gesto valiera un gol, una victoria, pero no, valió mucho más, un perdón histórico sobre una noche para enmarcar. Un gesto de sumisión, que bien merece el mayor de los reconocimientos.
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Etiquetas: Champions League, Slavia
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