Rublos y talento en la Premier Rusa

Los pelos como escarpias, y no precisamente por el frío de mi habitación, fue la sensación que manifestó mi cuerpo ante la tensión vivida el pasado 1 de noviembre. Hace más de cuatro meses de aquello pero la fecha es clave para el crecimiento o, mejor dicho, regeneración del fútbol ruso. Esa mañana no era una más en la historia del campeonato de la antigua nación soviética, porque supuso el fin de la dictadura moscovita a quince años de títulos para la capital. Un desorden ideal para la Premier Rusa.

El Zenit (ganando ‘in extremis’ en el plumizo estadio del Saturn), tan de moda estos días, rompió de un chispazo una tradición que nadie había logrado fluctuar. Allí había nacido el cambio que todo el campeonato reclamaba para romper los antiguos exabruptos y retornar con mayor firmeza al primer plano europeo. No sólo era el fin de una continuidad aplastante, sino el principio de una nueva era, el primer ladrillo de una pirámide económica que apostó por el fútbol como inversión y que obtenía la recompensa que le daba sentido. Hablo de Gazprom, el gigante mundial de extracción de gas que desde 2005 no había limitado en gastos para tener un equipo campeón. Un bloque serio para alcanzar una Champions que disfrutará en unos meses.

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