Mersey se vuelve Toffee

El intenso y progresivo crecimiento de la Premier League en los últimos años, ha creado una serie de condicionantes a su alrededor que hablan de muchas libras y de adquisición de grandes jugadores, pero también de la pérdida de valores y el aumento de presión sobre los resultados. No me refiero a los cuatros ‘gigantes’, pero sí a la segunda línea de clubes, donde unos han perdido a base de talonario su potencia de antaño mientras otros, con mayor facilidad económica, asoman a puestos que no hubieran imaginado ni en sus mejores sueños.

Sin duda que la llegada de magnates rusos, ucranianos o estadounidenses, que ya son una práctica tan habitual como sangrante en Inglaterra, ha tenido consecuencia directa en ello. Sus ingresos han elevado el nivel de Portsmouth o Manchester City, que ahora se codean con las plazas europeas cuando hace unos años serían ‘carne’ de descenso. Otros, como el Newcastle, no han sabido (y parece que no sabrán) explotar sus favorables condiciones de éxito pese a disponer de una liquidez que muchos querrían. Sin embargo, con una concatenación entre ambas, el vigoroso Everton es el ejemplo perfecto para ver reflejado el éxito sin necesidad de una catarsis directiva.

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